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4. Sólo en lo Sagrado Descubrimos lo Nuevo

En mi experiencia como educador en INCAE y en El Laurel, siempre creí que la realidad de interactuar con los educandos es sagrada, y en mi experiencia con lo sagrado siempre descubro que sólo lo sagrado es verdaderamente real.


Saber, educar, aprender, son elementos anclados en tierra sagrada, para mí.

Tengo una ceiba sagrada en las sierras de Managua. Alrededor de ésta muchos gerentes, jefes, padres y madres de familia, expusieron, articularon y vivieron, grandes ideas y proyectos de vida, impactando ellos luego sinergéticamente a una mayor multitud de personas en la comunidad con sus aprendizajes y proyectos.


Varias docenas de facilitadores de grupo y coaches aprendieron lo sagrado de respetar el pensamiento original de los educandos, y más bien ayudar con preguntas a que cada cual responda y descubra por sí mismo la verdad, para que así lo aprendido quede bien aprehendido.


Lo sagrado es paradójico, por un lado se relaciona con lo divino, lo absoluto, con lo último de lo último, ese misterium tremendum, Dios mismo, quien más allá de una posible definición. Por otro lado, sagrado simplemente significa que el asunto merece ser de respeto.


En una cultura de irrespeto, chacoteo y sorna, la educación es banal, trivial. Podemos acostumbrarnos a no experimentar lo sagrado, algo que merezca respeto, y reducir el misterio de la realidad a la lógica y a los datos estadísticos que muestra la pantalla de mi laptop, después de haber sido éstos recortados y manipulados varas veces, para hacerlos del tamaño de la mentalidad estándar y asunto terminado. La educación así pierde sentido.

Sin lo sagrado se pierde el misterio y las sorpresas que siempre lo acompañan.


La mente cuadrada que no sabe de lo sagrado responde con miedo a lo desconocido, agresión y hasta violencia. Saber responder a las sorpresas de la vida con aceptación y oportunidad de crecer va contra lo que siempre aprendimos de enconcharnos, coger el garrote y golpear lo nuevo hasta la muerte. Correr o morir peleando. Son miles años de evolución.


En mi experiencia, haciendo cuerdas altas, o escalando una roca muy alta, aprendí una técnica de aikido de abrir mis ojos ampliamente frente a las situaciones difíciles para recibir un estímulo que automáticamente activa el reflejo de atender mi periferia visual para recibir más información y oportunidades a mi alrededor. Son los mismos ojos que hacemos cuando estamos maravillados frente a lo sagrado. Ahora es cuando somos receptivos frente a lo desconocido y no necesitamos resistir ni corremos.


Abro bien mis ojos frente a las sorpresas, y reflexiono bien lo que haré, examinando mi mente frente algún pensamiento o emoción negativa (puesto que me pone en peligro a mí y a los demás) para enfrentarlo y evitarlo. Las enseñanzas de la Sagrada Selva siempre me ayudan.













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© 2020 Alejandro Bolaños Davis
 

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