top of page

DECLARACIÓN



Mi pintura es un diálogo constante entre la realidad y la abstracción, un lenguaje visual en el que el paisaje se erige como el gran protagonista. Dentro de esta exploración, el árbol se convierte en un símbolo central, una presencia ineludible que convive con el agua, un elemento sagrado para las culturas mesoamericanas.


Deseo restablecer la conexión entre la conciencia humana y la “sagrada selva” https://www.alejandrobolanos.com/ para despertar e incidir en cualquier acción que contribuya a elevar nuestro respeto hacia la madre naturaleza, fuente de nuestra propia vida. En este contexto del COVID, la crisis ambiental y cambio climático, mi obra adquiere un carácter de consagración hacia la naturaleza. Pinto los árboles, el aire puro, las estaciones—que en Nicaragua se reducen a invierno y verano—con una profunda devoción. Como afirmaba Auguste Rodin: “No es en los seres vivos donde se ve el reflejo del ánima universal; es en los árboles, en los bosques, en las planicies, en las colinas”. Para mí, estos paisajes son sagrados, testigos y guardianes de la vida misma.


Mis mejores pinturas surgen cuando, al pintar, entro en un mundo caótico, perdiendo mi pensamiento preconcebido—como una “limpia” que deja mi mente como una tábula rasa. Después de continuar perdido en el espacio-tiempo, tanteando e intentando, se enciende una luz, una nueva forma, un nuevo conocimiento que antes era solo un rumor, hasta que lo siento en mis huesos y lo plasmo con pintura, convirtiéndolo en mi verdad. Creo que la creatividad solo emerge del caos. No puedo ser creativo cuando sigo anclado en el pasado. Retomo de nuestro poeta Alfonso Cortés una estrofa de su poema “Fuga de Otoño” (1913):“Aquí todo, hasta el tiempo, se hace espacio. En los viejos caminos nuestra voz yerra como un olvido, y a un éter lleno de recuerdos se ha salido de nosotros el alma, para vernos de lejos.”


No tenemos memoria de nuestra historia porque no hemos sabido o querido verla y aprenderla correctamente. Nuestra voz yerra como un olvido en los viejos caminos. Hemos perdido el contacto con la naturaleza y con nosotros mismos, y así nuestra alma se escapa a un éter lleno de recuerdos, abstraída de lo que podríamos haber sido. Estamos atrapados en una carrera egoísta hacia el consumismo y la inmediatez, hasta la desaparición de otros seres vivos. Como diría Alfonso Cortés: “Como que si quisiéramos llegar a la eternidad media hora antes que el tiempo”. ¡Genial!


La “sagrada selva” es una metáfora del cerebro humano: los árboles con sus raíces subteráneas, invisibles pero interconectadas, representan los principios y valores que debemos cultivar para forjar nuestro carácter. Los árboles se comunican mediante moléculas volátiles, insectos y vibraciones en el subsuelo, conectados con el subconsciente colectivo de la naturaleza. Son capaces de recordar, sentir y adaptarse en comunidad.


Los humanos, en contraste, no tenemos raíces enterradas y nos movemos con velocidad creciente, buscando otros planetas mientras ignoramos cómo y a quiénes pisamos en la Tierra. Esta desconexión nos enferma. Como dice Cortés en “Almas Sucias”:

  • “Abro para el silencio la inercia de la fluida distancia que no vemos, entre una y otra vida y tras las cual, las cosas que miramos, observan...”


La naturaleza nos observa y responderá con sequías, inundaciones, calores intensos y tormentas. No obstante lo anterior, me rescata Rubén Darío con su romanticismo en la “Selva Sagrada”, donde la armonía y la esperanza prevalecen sobre el destino. Su visión nos inspira a transformar nuestra cultura, a dejar atrás la astucia del “Güegüense” y abrazar la sabiduría del “Huehuetzin”, el viejo sabio que guía a su pueblo.


La “sagrada selva” es la medicina frente a nuestra enfermedad cultural. Nos enseña humildad, nos recuerda que no somos el centro del universo y nos muestra la importancia de la colaboración para la supervivencia. Solo las bellas artes pueden reconciliar algo tan grande como el cielo y la tierra, encerrados en la sagrada selva de nuestra psiquis, para crear una sublime y creativa unidad.


He desarrollado mi estilo en una fusión de semi-abstracción, impresionismo y realismo, donde la ambigüedad y la ausencia de líneas definidas permiten que el paisaje cobre una dimensión casi humana. La selva, el bosque y el árbol no solo son elementos pictóricos; son entidades vivas que observan al observador, invitándolo a una reflexión más profunda sobre su existencia y relación con el entorno.


Cuando enfrento un lienzo, ya tengo en mente la escena que deseo plasmar, aunque luego cambie. La naturaleza, con su vastedad y equilibrio, me apasiona. A través de mi obra, busco despertar conciencia sobre su inteligencia innata, donde la vida y la muerte coexisten en un marco de equilibrio y sostenibilidad. Sin embargo, no solo me interesa la naturaleza en armonía; también exploro su contraparte: la selva de la mente humana, un territorio donde el caos y la destrucción pueden tomar protagonismo.


Algunas de mis obras reflejan el lado oscuro de la humanidad: escenas de guerra, conflictos políticos, rostros demoníacos que revelan el caos de nuestra sociedad. Mi hijo Alejandro, con su banda de thrash-metal, ha utilizado muchas de estas imágenes para ilustrar sus álbumes, fusionando la pintura con la música para denunciar la neurosis social en la que vivimos: una sociedad mecanizada y carente de pensamiento crítico.


Una de mis obras más significativas en esta línea es "Los Emigrantes", un testimonio visual del sufrimiento humano provocado por las luchas de poder. Representa a aquellos que, condenados por la guerra, la explotación y la pobreza, se ven obligados a abandonar sus tierras en busca de un futuro incierto. En la pintura, las figuras se agrupan como sombras, despojadas de su identidad individual, formando una masa desarraigada que avanza sin rumbo definido. Esta realidad se repite en Palestina, África, Cuba, Venezuela y tantos rincones del mundo donde la injusticia dicta el destino de los más vulnerables.


El dolor de los emigrantes me conmueve profundamente. Ver su sufrimiento y, al mismo tiempo, su inquebrantable resiliencia, despierta en mí una mezcla de tristeza y admiración. Que Dios los proteja en su camino.

Carpe diem

 
 
 

Comments


© 2020 Alejandro Bolaños Davis
 

  • Twitter Clean
  • Facebook - círculo blanco
bottom of page